43 Personalización y descripción

Piensa en el primer día que conociste a una persona a la que has amado profundamente. Ese primer día, lo que viste fue a un maestro, un maestro lleno de luz. ¿Quiere decir que esa persona era perfecta? No. Quiere decir que esa persona tenía la capacidad de enseñarte aquellas cualidades en las que tú necesitabas un aprendizaje en ese momento. No analices lo que era esa persona, sino lo que pusiste sobre ella. Ese día viste a alguien que tenía unas características que tú necesitabas para crecer.

Aunque esta persona tenía ante tus ojos unas características maravillosas, también poseía su propia vida, que no era la vuestra. Esa vida iba ligada a una serie de comportamientos que cuando eran puestos en práctica, hacían que te olvidaras de la persona y le colocaras el nombre de los comportamientos. Esto se llamar personalizar los comportamientos. Te olvidas de diferenciar persona de comportamiento. Empiezas a llamarla impaciente, dices que es egoísta, déspota, que no te quiere, que no te hace caso.

En realidad, no estás hablando de la persona, sino de sus comportamientos, y estos son universales, lo que quiere decir que también hablas de ti mismo. Cada vez que personalizas en el otro y dices “esta persona es impaciente”, estás diciendo que tú eres impaciente. Echas fuera la culpa, y para liberarte de ella necesitas aprender la diferencia entre tener un pensamiento descriptivo o uno personalista.

Ahora descubre cuál es el comportamiento que personalizas permanentemente, que lanzas fuera de manera continua, esa acción del otro que te hizo inmediatamente echarlo fuera de tu vida. Piensa cuál fue ese comportamiento con el que pusiste la etiqueta a la persona, echándola por encima tu propio error. Cuando proyectas en el otro y le dices “es que eres muy impaciente”, no estás hablando de la persona. La persona es en sí misma, los comportamientos solo son actitudes que tienen que ver con el devenir de sus propias actuaciones. Esa persona no es impaciente: tiene un ritmo más alto comparado con el tuyo. Si al hablar con la otra persona fueras descriptivo y le dijeras: “yo hago las cosas a este ritmo, pero cuando estoy contigo siento que lo hago más lento y me enfado”, no habría posibilidad de discusiones. Pero en lugar de describir las acciones, las personalizas, convirtiendo actuaciones en ser.

Si describes un comportamiento nada más vivirlo, nunca habrá culpa. Si lo describes cinco minutos después, sí la habrá. En el momento en el que tu cabeza empieza a pensar algo de alguien, descríbelo, porque si no estarás hablando de ti mismo. Busca ahora la cualidad que más trabajo te cuesta describir. Sigamos con el ejemplo de la impaciencia: te cuesta trabajo aceptar el ritmo de los demás. Si piensas que una persona es más lenta, verás que eres incapaz de sacar la descripción de ella, terminarás diciendo: “es una pachorra”. Comprueba que si dices en el momento las cosas y las describes, no hay posibilidad de rencor. Si las guardas no hay posibilidad de perdón porque todo lo que está en la cabeza, el cerebro piensa que es para ti. Cuanto más daño te haces, más daño crees que te ha hecho el otro.

Los estados descriptivos te aislarán de hacer algo bueno o malo. Puedes decir ahora mismo: “esta persona ha hecho un acto de violación de la fuerza de otra persona”. Si le llamas violador, tu cerebro adquiere la forma de un violador a los dos segundos. El cerebro no entiende que tú hables de algo que no eres, y solo aprende de razón, de aprendizaje y expresión. Nosotros tenemos una dificultad: creemos que somos cuerpo y emoción, pero no lo somos. El cuerpo es la vasija y la emoción es el movimiento de nuestra presencia espiritual.

La voz, el movimiento y el cuerpo forman parte de la experiencia para estar con personas, mientras que la mirada forma parte de la experiencia para estar con Dios. A partir de ahí, te das cuenta de la diferencia que existe entre estar mirando y aprendiendo, o estar viendo y personalizando. Cuando personalizas has decidido que el comportamiento de una persona, que es algo físico, que es algo actitudinal, se convierta en el espíritu de esa persona, y eso es inviable. La persona no es una materia de actuación. Llega a ello porque hay algún aprendizaje que no ha conseguido hacer. Hay algo que ha pasado en su persona, y esa experiencia es suya, no tuya. Ese comportamiento es de él, no es tuyo. Tú has aprendido a un ritmo, y la otra persona aprendió a otro ritmo. La descripción tiene que empezar por ti, no por la otra persona.

Describir comportamientos o vivir personas, esa es la gran diferencia.

Autor: Jon Elejabeitia

CEO & Founder NEXTYOU, Arquitecto

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