Muchos hemos pensado alguna vez, o seguimos pensando, que nacemos sin haberlo elegido, de padres que no hemos elegido, en cuerpos y fronteras que no hemos elegido, para existir en una región del espacio-tiempo que no hemos elegido, durante una duración que no elegimos. Como piensan los físicos, no elegimos los átomos particulares que constelan nuestro yo particular, ni las configuraciones neuronales que disparan nuestra conciencia. Incluso, como decía James Baldwin, ni siquiera elegimos a quién amamos.
Un montón de creencias que usamos y nos sirven para tranquilizar, aunque sea temporalmente nuestra conciencia. Si no lo elijo, no soy responsable, y mi dedo índice de la mano derecha apunta raudo en distintas direcciones: mis padres, mi pareja, Dios… Así que caemos involuntariamente en este mundo que percibimos injusto cuando la cosa no pinta bien, y merecido cuando somos afortunados. Pero no deja de ser una ruleta caprichosa e impredecible.
¿Y si no fuera así? ¿Qué pasaría si giramos un poco el pensamiento y admitimos, aunque sea sólo hipotéticamente, que no ocurre de esa manera? Imagínate, aunque solo sea por el juego intelectual de hacerlo, que sí has elegido nacer, que sí has elegido a tus padres, a tu cuerpo, a tu cultura y país, a tus hermanos… Piensa por un momento qué implicaría esto.
De repente, un mundo caprichoso se convierte en un aula a la que he decidido entrar. Y he decidido entrar para aprender. Y he decidido entrar porque ahí estaban unos maestros específicos, que lo son porque vienen a enseñarme específicamente lo que yo les he dicho que quería aprender. Porque, imagínate que en realidad sólo has venido a aprender una cosa. Por eso aparecen unos compañeros precisos, unas parejas correctas y un lugar concreto. Por eso no nos equivocamos cuando “aparecen” ni tampoco lamentamos su existencia, ya que son los pilares que sustentan nuestro aprendizaje. Únicamente debemos pararnos a reflexionar sobre lo que nos están enseñando.
Con este pensamiento, instantáneamente comprendo el sentido de la vida y poco a poco voy aprendiendo de las decisiones, conscientes e inconscientes, que me permiten elegir la dirección en las bifurcaciones constantes que me voy encontrando.
Con este pensamiento voy encontrando con mucha más rapidez la respuesta a la eterna pregunta: ¿Para qué? ¿Para qué vivo esto? ¿Para qué estoy con esta persona? ¿Para qué tengo a estos padres? Para qué.
Gracias Jon
Tu reflexión me saca de mis programas y me permite ver con otros ojos a las personas y los acontecimientos
Muchas gracias Cata, un fuerte abrazo