41 La casa de la infancia

A lo mejor en estos días de vacaciones has tenido la oportunidad de visitar tu casa familiar. Aquella casa del pueblo en la que creciste, o una casa que compraron tus padres en la playa en la que has pasado todas tus vacaciones de la infancia. A lo mejor este año, por lo que sea, has vuelto por unos días a esa casa.

La casa natal, la describe Bachelard como aquella primera morada que determinará luego el modo de habitar las moradas sucesivas de nuestra vida. “La casa natal vive en nosotros, como la infancia, inalterada. Ella nunca se gasta, nunca se pierde, tiene la propiedad de estar potencialmente presente en nosotros: con sólo evocarla ya es nuestra. Así, la casa onírica habita en nosotros, en nuestro cuerpo. Ella ha inscrito en nosotros la jerarquía de las diversas funciones de habitar. Somos el diagrama de las funciones de habitar esa casa y todas las demás casas no son más que variaciones de un tema fundamental. La palabra hábito es una palabra demasiado gastada para expresar ese enlace apasionado de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable.”

La casa de nuestra infancia es una mezcla inseparable entre imaginación y memoria. Estoy pasando unos días en la casa de la infancia. Hacía tiempo que no venía. Ahora todo es más pequeño. Aquel suelo de terrazo por el que me arrastraba y me brindaba su frescor, ahora lo percibo gastado y con desperfectos. Busco la despensa al final del pasillo, pero ahora es un baño. La distribución es la misma: un pequeño recibidor con la puerta de la cocina a la izquierda, el salón comedor de frente y a la derecha el pasillo que conduce a 3 dormitorios. El de los niños a la izquierda, el de los abuelos a la derecha y el de mis padres al fondo.

Este pequeño chalé de teja árabe, encalado de blanco y rejas en las ventanas, es más que una casa. En él están los abrazos de mi abuela, las peleas con mis hermanos, las ruidosas comidas, las infinitas siestas y los mejores escondites. Ella atesora mi intimidad prohibida. Recuerdo la pequeña cabaña del jardín, la casa dentro de la casa, que era solo mía. Aquí vi a mis padres discutir por primera vez y también los vi besarse. Aquí me enamoré de la hermana de mi mejor amigo, y aquí lloré confuso cuando murió prematuramente. Miro la manguera y su agua fría que nos esperaba al llegar de la playa… y olía a comida, al odioso gazpacho y al glorioso pan con aceite y azúcar…

Los amigos, parejas, y personas en general pasan por nuestra vida. Prestamos atención a algunas y nos involucramos emocional o profesionalmente con otras. También hay un grupo de personas a las que prestamos muy poca o ninguna atención. Con las casas nos ocurre lo mismo. Algunas nos marcan hasta los tuétanos, y otras pasan sin pena ni gloria, dejando apenas un vago recuerdo en nuestra mente.

Autor: Jon Elejabeitia

CEO & Founder NEXTYOU, Arquitecto

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