Voy a comenzar con un aforismo que quizá sea cuestionable: La confianza es un elemento clave para que cualquier sociedad pueda funcionar. Ese es el motivo por el que preferimos hacer negocios o relacionarnos con amigos y familiares. También es uno de los pilares que se ha tambaleado con la crisis económica. La pérdida de confianza en las Instituciones Públicas tradicionales ha hecho que la crisis económica se convirtiera también en una crisis de valores.
Los ciudadanos confiamos cada vez menos en el sistema y en los agentes que lo gobiernan. Y ha ocurrido en el ámbito público y privado. Creo que esto ha sido muy bueno y muy necesario para que se produzcan los grandes cambios que están ocurriendo a toda velocidad y en todo el mundo. Pensamos que los cambios son debidos a la tecnología, a Internet, a la globalización y, si, son las herramientas que utilizamos para los cambios; son el bolígrafo que escribe, pero no el cerebro que le dicta lo que tiene que escribir.
La falta de confianza en las instituciones públicas y privadas ha hecho que las personas nos giremos y nos busquemos unos a otros pidiéndonos ayuda mutua. Y hemos empezado a buscar mecanismos para reconstruir la confianza entre nosotros. El hiper-consumismo del «y yo mas», se va transformando en consumo responsable y economía colaborativa. Qué duda cabe que internet lo favorece, pero en realidad ha nacido en un intento de restablecer la confianza entre personas. No es nada nuevo, cuando hemos necesitado dinero se lo hemos pedido a un familiar, en los viajes con los amigos hemos compartido gasolina, habitación de hotel y hemos hecho fondos comunes para los gastos.
Esto ocurre porque sabemos que nuestro hermano nos va a devolver el dinero prestado o nuestros amigos van a ser justos en el reparto de las provisiones; porque confiamos en ellos. ¿Qué pasaría si confiáramos en todo el mundo?, ¿qué pasaría si Rousseau tuviera razón y tomáramos conciencia de que el hombre es bueno por naturaleza? ¿No te parecería brillante salir ya del pensamiento de Hobbes, según el cual el hombre es malo por naturaleza ya que siempre privilegia su propio bien por encima del de los demás?
Creo que está ocurriendo. Creo que el siglo XXI nos trae el maravilloso concepto espiritual de que todos somos uno, de que, si ayudo a mi vecino me estoy ayudando a mi, de amar al prójimo como a ti mismo. De esto va la economía colaborativa: yo te llevo en mi coche a Valencia y compartimos gastos, aunque no te conozca (blablacar); me quedo a dormir esta noche en tu habitación de invitados porque no quedan hoteles disponibles y te compenso económicamente (airbnb); le quiero prestar dinero a un desconocido porque creo que tiene un proyecto alucinante y los bancos no le escuchan (crawdfunding); tengo muchos conocimientos y los quiero compartir con todo aquel que los pueda necesitar (Wikipedia)
Las plataformas de consumo colaborativo son el espacio donde podemos estrechar la mano de un desconocido y mirándole a los ojos testificar que somos lo mismo. Confiar es esperar con seguridad y credulidad que algo suceda o que alguien se comporte como se desea. Como dice Laurence Cornu, extraído de Wikipedia, La confianza es una hipótesis sobre la conducta futura del otro. Es una actitud que concierne al futuro, en la medida en la que este futuro depende de la acción de un otro. Es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse del no control del otro y del tiempo.
El principal mecanismo de generación de confianza es la reputación. Y según lo expuso Rachel Botsman en su libro What’s mine is yours, en 2012: la reputación será la nueva moneda en las relaciones económicas por venir. Se prevé que en la próxima década el poder y la influencia se va a trasladar de los ricos y poderosas a quienes tengan la mejor reputación y la red más confiable.
Una última reflexión. A diferencia del dinero, la reputación no se gasta cuando la usas, es más, si la utilizas bien crecerá. Sin embargo, sí se puede perder de golpe. No se puede medio confiar en alguien.