Hay un magnetismo especial en los espejos. Estamos acostumbrados a vernos en fotos, videos … Sin embargo la mirada en el espejo es diferente, es confrontante. Solemos estar solos y aunque a veces disimulamos haciendo cosas, afeitarnos, maquillarnos, mirar cómo nos quedan unos pendientes que acabamos de comprar, siempre hay ese instante en que no hacemos nada. Ese instante en el que nos miramos con ojos inquisidores y nos preguntamos quienes somos.
La respuesta no siempre es agradable y a veces la intentamos maquillar de diferentes maneras, sin embargo, la mirada que nos devuelve nuestro reflejo es la del otro Yo que sabe, que puede ser amable pero las más de las veces es implacable. ¿Cuánta diferencia existe entre el personaje tridimensional que se relaciona con otros y con el mundo, y ese otro ser que solo existe cuando observo mi rostro quieto.
Desgraciadamente (o afortunadamente ya que su final fue un poco trágico) no nos solemos tratar con la amabilidad con la que lo hacía Narciso ante las aguas inflexibles del lago. No es fácil mantener los ojos quietos pupila contra pupila. Y eso, ¿por qué?. ¿No será que seguimos preguntando si somos los más bellos del reino cuando ya hace tiempo que fuimos destronados? ¿No será que ese espejo como el Aleph borgiano contiene el universo todo, sin olvidar ni una sola de las partículas que lo componen?
¿Y si el miedo fuera ha que existe un cierto punto en el espejo desde el cual desaparecen las dicotomías que hemos arrastrado como creencias durante nuestra vida? Pensamos que todas las cosas tienen un opuesto: si el Cielo existe tiene que haber también un infierno; recuerdo el pasado por lo tanto tiene que llegar un futuro; hay cosas que puedo decir y otras son incomunicables… Es mediante estas contradicciones como construimos lo que percibimos y lo que pensamos que es real. Y así estos opuestos nos obligan a elegir, y tomar una decisión permite que uno de los objetivos en conflicto se convierta en la mira de tus esfuerzos.
Pero mira de nuevo al espejo, la decisión ya la has tomado, todo lo que ves está basado en lo que has aprendido y tus decisiones en la vida son el resultado de ello, pues se basan en lo que has aceptado como la verdad con respecto a lo que eres y a lo que son tus necesidades. Lo que ves es la verdad, y la verdad no se puede aprender sino tan solo reconocer. En este reconocimiento reside su aceptación, y al aceptarte, te conoces.
Prófugo de mi ser, que me despuebla
la antigua certidumbre de mí mismo,
busco mi sal, mi nombre, mi bautismo,
las aguas que lavaron mi tiniebla.
Me dejan tacto y ojos sólo niebla,
niebla de mí, mentira y espejismo:
¿qué soy, sino la sima en que me abismo,
y qué, si no el no ser, lo que me puebla?
El espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo inacabable
al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el goce impío
de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío.
Octavio Paz (La caída)
Recuerdo que de joven tenía el maravilloso don de saber cosas de la gente por el simple hecho de mirar en sus ojos. Y no eran imaginaciones mías, pues con cada persona que lo hacía me corroboraba que estaba en lo cierto. Hace tiempo que olvidé ese don y dejé de practicarlo, aunque siempre miro a los ojos de la persona con quien hablo, porque hace que me sienta más segura. Los ojos como reza el refrán : son el espejo del alma. Y así lo creo. En una ocasión, recuerdo que de niña me quedé clavada pupila con pupila mientras me miraba al espejo, y lo primero que sentí es que tenía un cuerpo infantil, pero que yo era un ser adulto y con mucha consciencia. Fue una ráfaga de sensaciones las que tuve, que no duró mucho tiempo, pero que por ser excepcional para mí, su recuerdo ha permanecido en el tiempo. Si miramos bien, los ojos nos delatan, son los chivatos de nuestra vida junto con los recuerdos, pero los ojos nos hablan de nuestro universo y nuestra verdad de manera más compleja, tienen un lenguaje profundo que hablan de lo que somos y no somos. Si te aceptas, te conoces como tu dices, no solo nos hablan de nuestra pérdida de juventud y su belleza, también nos hablan de nuestros valores, de nuestros defectos, de nuestras potencialidades, de infinitas cosas si sabemos escucharlos. Quizá todos tengamos un poco del otro en mayor o menor medida, y algunos nos parezcamos, pero nuestra verdadera esencia está condensada en nuestra mirada y es única e irrepetible, es una energía especial que transmitimos desde dentro hacia fuera, y solo el que no quiera mirar, no verá. Para terminar me quedo con la frase que has escrito :..¿Qué soy sino la sima en que me abismo, y qué, si no el no ser, lo que me puebla? Gracias por recordarme cosas que tenía ancladas en mi memoria, y que he podido saborear de nuevo.
Gracias a ti Pilar y me encanta que seas una participante tan activa 🙂