12 El espejo

Hay un magnetismo especial en los espejos. Estamos acostumbrados a vernos en fotos, videos … Sin embargo la mirada en el espejo es diferente, es confrontante. Solemos estar solos y aunque a veces disimulamos haciendo cosas, afeitarnos, maquillarnos, mirar cómo nos quedan unos pendientes que acabamos de comprar, siempre hay ese instante en que no hacemos nada. Ese instante en el que nos miramos con ojos inquisidores y nos preguntamos quienes somos.

La respuesta no siempre es agradable y a veces la intentamos maquillar de diferentes maneras, sin embargo, la mirada que nos devuelve nuestro reflejo es la del otro Yo que sabe, que puede ser amable pero las más de las veces es implacable. ¿Cuánta diferencia existe entre el personaje tridimensional que se relaciona con otros y con el mundo, y ese otro ser que solo existe cuando observo mi rostro quieto.

Desgraciadamente (o afortunadamente ya que su final fue un poco trágico) no nos solemos tratar con la amabilidad con la que lo hacía Narciso ante las aguas inflexibles del lago. No es fácil mantener los ojos quietos pupila contra pupila. Y eso, ¿por qué?. ¿No será que seguimos preguntando si somos los más bellos del reino cuando ya hace tiempo que fuimos destronados? ¿No será que ese espejo como el Aleph borgiano contiene el universo todo, sin olvidar ni una sola de las partículas que lo componen?

¿Y si el miedo fuera ha que existe un cierto punto en el espejo desde el cual desaparecen las dicotomías que hemos arrastrado como creencias durante nuestra vida? Pensamos que todas las cosas tienen un opuesto: si el Cielo existe tiene que haber también un infierno; recuerdo el pasado por lo tanto tiene que llegar un futuro; hay cosas que puedo decir y otras son incomunicables… Es mediante estas contradicciones como construimos lo que percibimos y lo que pensamos que es real. Y así estos opuestos nos obligan a elegir, y tomar una decisión permite que uno de los objetivos en conflicto se convierta en la mira de tus esfuerzos.

Pero mira de nuevo al espejo, la decisión ya la has tomado, todo lo que ves está basado en lo que has aprendido y tus decisiones en la vida son el resultado de ello, pues se basan en lo que has aceptado como la verdad con respecto a lo que eres y a lo que son tus necesidades. Lo que ves es la verdad, y la verdad no se puede aprender sino tan solo reconocer. En este reconocimiento reside su aceptación, y al aceptarte, te conoces.

 

Prófugo de mi ser, que me despuebla

la antigua certidumbre de mí mismo,

busco mi sal, mi nombre, mi bautismo,

las aguas que lavaron mi tiniebla.

 

Me dejan tacto y ojos sólo niebla,

niebla de mí, mentira y espejismo:

¿qué soy, sino la sima en que me abismo,

y qué, si no el no ser, lo que me puebla?

 

El espejo que soy me deshabita:

un caer en mí mismo inacabable

al horror del no ser me precipita.

 

Y nada queda sino el goce impío

de la razón cayendo en la inefable

y helada intimidad de su vacío.

 

Octavio Paz (La caída)

 

 

 

 

 

11 La felicidad

Imagínate que eres creyente. Imagínate que una mañana te despierta un luminoso resplandor en tu habitación. Abres los ojos y todavía medio dormido contemplas una presencia que cubierta de luz blanca se va materializando ante ti. Es Dios, y comienza a hablarte. Empieza a explicarte por qué ha venido y para qué quiere que le escuches. Después de unas frases relacionadas con tu desarrollo espiritual, te revela finalmente el motivo de tu existencia. Con una claridad que no deja lugar a dudas te presenta con palabras de oro el propósito de tu vida. Se marcha, y con Él la luz. En tu mente queda grabado exactamente cuál es el sentido de tu vida y cómo lo puedes conseguir. Dios se ha apoyado en los valores que tienes para argumentar porqué es ese tu destino y no otro.

Sus palabras te resuenan dentro. En lo más profundo de tu ser sabes que es así. La vida te ha ido dando pistas, situaciones en las que esos valores han salido a relucir, y con ellos instantes increíbles de felicidad. Pero luego diversas causas han hecho que los relegues enterrándolos con más o menos profundidad bajo las capas del día a día.

Te levantas de la cama, te duchas y te vistes ensimismado, todavía afectado por la visión y a la vez extrañamente tranquilo. Miras tu ropa, los objetos que te rodean, tu casa, y nada parece real, pues nada realmente apunta hacia la consecución de esa meta de vida que ahora se presenta límpida ante ti. Distintos momentos de tu pasado vienen a tu memoria hasta que todas las piezas del puzzle de tu existencia encajan en perfecta armonía.

Y ahora, ¿qué vas a hacer? ¿con qué sentido te vas a sentar delante del ordenador, o dar la clase, o atender a un cliente, o ponerte el uniforme de guarda jurado o conducir a tus hijos al colegio?

El temor de ver y reconocer nuestros grandes valores es que puede abrirse una bifurcación en el camino de nuestra ya trazada vida. Una vida encauzada, tranquila, quizás incluso agradable, donde tapábamos ese cierto vacío interior con el trabajo, la pareja, los hijos o el fútbol. Si hemos venido con un valor a esta vida, sabiéndolo, ¿cómo íbamos a ser capaces de no utilizarlo? Al sernos revelado, nuestra zona de confort revienta, el orden establecido se altera y con un nuevo mapa en la mano emprendemos el camino incierto de la felicidad.

Esto no quiere decir que conocer nuestros valores va a dar un giro de 180 grados a nuestra vida, lo que quiere decir es que tienen que estar incorporados en ella, y todo lo que nos aparte de los mismos tenemos que dejarlo de lado. Si, el valor implica compromiso, y ese es el motivo por el que los mantenemos olvidados en el inconsciente. ¿Serías capaz de escribir en un papel 6 valores que tengas?, 6 fortalezas positivas que corren transversalmente en tu vida de manera natural, que tu pareja, amigos, compañeros y jefes ven y son capaces de nombrarlos. Si has sido capaz, ¿puedes ahora buscar uno más? ¿puedes buscar ese valor diferencial que al activarlo puedes llegar a un grado de excelencia importante? Es ese valor que cuando lo utilizas pierdes la sensación de tiempo y espacio, pero también es ese valor que suele estar escondido. Nuestro valor diferencial es la llave para la felicidad, que jugamos a buscar mirando casi siempre en el lugar equivocado.

10 Aprendiendo de la web: Be responsive

Estamos rediseñando nuestra web en el Instituto Hune y una pregunta que se intercambia con frecuencia entre nuestra diseñadora Mayte y nuestro programador Raúl, es: “… pero, va a ser responsive, ¿no?” Un diseño web responsive es aquel que busca una correcta visualización de una misma página en distintos dispositivos, desde ordenadores a tabletas o teléfonos móviles. Es decir la web de Hune se redimensionará y colocará sus elementos de forma que se adapten al ancho de cada dispositivo permitiendo una perfecta visualización y una mejor experiencia de usuario. Se adaptará a todos los navegadores, todas las resoluciones de pantalla y todas las velocidades de conexión.

No se tu, pero a mi me da la sensación de que mi web me acaba de adelantar por la derecha, ¿cómo de responsive soy yo? Tanto el objetivo de la web como mi objetivo personal son el mismo: que las personas aprovechen la página, que tengan una experiencia de usuario grata, y accedan a los contenidos que nosotros queremos. Y esto es aplicable a cualquier empresa: que los consumidores aprovechen los productos o servicios que ofrecemos, que tengan la mejor experiencia de usuario y que accedan a nuestros contenidos. Y desde luego es aplicable a las relaciones interpersonales, donde deberíamos cuidar lo que aportamos, mimar la experiencia de estar con nosotros y permitir un fácil acceso a quienes somos (y no me refiero al nombre y apellido, sino a quienes somos de verdad)

¿Me adapto yo a todos los navegadores y sistemas operativos? En cierto plano todos las personas somos iguales, sin embargo en otros planos somos tan distintos que puede llegar a poner los pelos de punta. Si yo fuera responsive, disfrutaría de esas diferencias que nos hacen tan tremendamente interesantes: nuestro diferente temperamento, carácter, cultura, educación, genética… la diversidad nos enriquece como personas y nos aúna como seres humanos. Las primeras diferencias las vemos en nuestro exterior, nuestros navegadores: si somos hombre o mujer, raza, altura, color de ojos… pero lo que es realmente diferenciador es nuestro sistema operativo: cómo pensamos, como concebimos el mundo, nuestros valores y creencias, nuestra percepción de nosotros mismos y nuestro contexto inmediato…

¿Me adapto a todas las dimensiones y todas las resoluciones de pantalla? Si soy una persona intuitiva, soñadora, creativa, que ve las cosas de manera global… ¿me adecuo a las personas más racionales, analíticas, lógicas y que ponen foco en los detalles? Mi padre era ingeniero, sus amigos eran ingenieros, su vida era “ingeniero” Eso, gracias a Dios va cambiando en lo personal y sobre todo en lo profesional. Ahora los ingenieros trabajan con biólogos, diseñadores, artistas, preguntan a los usuarios y piensan más allá de los objetos tendiendo un puente hacia las personas. ¿Lo hago yo? ¿cómo de diversos son mis amigos en este mundo tan globalizado?

¿Me adapto a todas las velocidades de conexión? Hay personas que somos analíticas, que necesitamos tiempo para ver las cosas desde varios puntos de vista, que sopesamos las decisiones con miedo a cometer errores, que valoramos la precisión sobre la eficiencia… Pero también hay personas de acción , de resultados, cuyo objetivo es precisamente llegar a la meta cuanto antes para acometer un nuevo reto. Nuestros anchos de banda son distintos, ¿cómo de capaz soy de empatizar con el “lento” o intentar comprender al “rápido”?

Los estudios dicen que las personas esperamos de media 5 segundos para desistir del acceso a una web. Ese es aproximadamente el tiempo que nos damos unos a otros antes de entrar a juzgar, valorar o criticar a una persona. Mi propósito, como el de mi web, es que mi contenido a partir de hoy sea correcto, conciso, claro y breve para que sea fácil de “descargar”, pero lo suficientemente enriquecedor para que ayude correctamente a la comprensión de quién soy. Voy a adaptar mi contenido para no ofrecer información innecesaria que no aporte valor a las relaciones. La forma es crucial, la velocidad es importante, pero el contenido es el rey, de tal manera que la experiencia de usuario de las personas con las que me relacione sea óptima, sobre todo para ellos.

Be responsive my friend.

09 No recuerdos

Su padre le contaba como la abuela, después de la comida del domingo, les preguntaba a los cinco hermanos qué querían de postre. Yo plátano, yo una pera, para mi ciruelas, contestaban. Muy bien, replicaba ella, pues manzana para todo el mundo que es lo que hay. Su madre recordaba el miedo que le tenían los compañeros de colegio de su tío, pues cuando se metían con él, ella llegaba corriendo y los agresores salían despavoridos: ¡que viene la gorda!, ¡que viene la gorda!.

Él, sin embargo, era un hombre sin recuerdos. Sí, recordaba la primera vez que subió en moto o una vez cuando acarició la áspera trompa de un elefante. Se acordaba de pasear por la rosaleda y de un concurso de pintura que ganó a los 8 años. Sin embargo, nunca estaba seguro si eran recuerdos reales o forzados a través de mirar fotografías antiguas. Las guardaba en una gran caja de cartón marrón de bordes desgastados, en un altillo del armario de la entrada. Solía buscar dentro, sacar una foto al azar y, a partir de ella construir una historia. Seguramente al principio tenían esas historias alguna conexión con una realidad congelada en blanco y negro. Pero llevaba demasiados años jugado como para distinguir ahora dónde empezaba lo que realmente mostraba la foto, dónde lo que su madre le había contado sobre ello, y dónde lo que la imaginación, siguiendo su propio camino, le mostraba. Lo que había comenzado como un juego pasando luego a obsesión, se había convertido en una sustancia capaz de borrar la aparentemente indeleble tinta del pasado.

Seguía añadiendo imágenes a la caja y poco a poco las historias fuero siendo de tiempos más recientes. Inconscientemente al principio y luego con científico interés, se propuso que el tiempo se solapase sobre sí mismo. La estrategia consistía en provocar que los días fueran exactamente iguales. Haciéndolos idénticos unos a otros el tiempo se pararía y las historias de las fotos adelantarían eventualmente a su realidad.

Le resultó fácil en su ya rutinaria vida conseguir hacer todos los días lo mismo y a la misma hora. Compró varios juegos de la misma ropa, que se ponía independientemente del clima, y en su trabajo era casi inevitable la monotonía. Solo había pequeños detalles imposibles de controlar, un saludo, una mirada, alguien en el ascensor o un día de lluvia, pero eran pocos y fáciles de eliminar.

Lo acabó consiguiendo. Perfeccionó la técnica de tal manera que incluso decoró las habitaciones de su casa de manera idéntica para no diferenciarlas entre sí, dominando de una vez el tiempo y el espacio.

Al final ocurrió. Un día notó que no tenía que forzar las situaciones, que ya ni siquiera necesitaba la ayuda de las fotografías para inventarse su propia vida. Las historias manaban en un fluir continuo. Pronto no necesitó salir de casa, ni levantarse de la cama, ni abrir los ojos.

Así le encontraron. En la cama, sonriente.

08 La permanencia del cambio

Jasón fue educado por un Centauro hasta que cumplió los 20 años, y a esa edad se dirigió a Yolcos para reclamar a su tío el trono que por herencia le pertenecía. Estas cosas de reclamar tronos evidentemente no son tan fáciles, así que el tío Pelias le puso una misión, a priori imposible de cumplir, como condición a su reinado: Viajar hasta la Cólquida y traerle de allí la piel de un carnero fabuloso que había salvado la vida de uno de los antepasados del susodicho tío. Esta piel, que era de oro, se encontraba depositada en un árbol custodiado por dos toros que arrojaban fuego por la boca y una serpiente que nunca dormía.

Lo primero que hizo Jasón fue contactar con un nutrido grupo de amigos, entre los que se encontraban lo mejor del momento: Hércules, Orfeo, Polifemo, Castor, Euritión… y así hasta 50 héroes que le acompañarían en su arriesgado viaje. También Atalanta, la gran heroína rebelde les acompañó en la travesía.

Ya tenemos la tripulación. Ahora nuestro héroe necesitaba un navío que estuviese a la altura, tanto de la misión como de tan ilustres marineros. Así nació Argo. Construido de la madera de roble procedente del oráculo de Dódona. Como buen Google Car de la época, tenía los dones del habla y de la profecía. En él partieron nuestros amigos y, como en todo poema épico que se precie, les ocurrieron un sin fin de aventuras: se aliaron con las mujeres de la isla de Lemnos; lucharon contra las Harpías, esos monstruos voladores con cara de mujer, garras y alas; superaron el peligro de las Rocas Azules, dos peñascos flotantes que chocaban entre si aplastando a todos los que pretendían pasar entre ellas; y finalmente llegaron a la Cólquida. Jasón entonces, tirando de sus encantos, enamoró a la hija del rey Eetes, que tenía el plus de ser hechicera, lo cual siempre es bueno para librarse de dos toros escupidores de fuego y una serpiente que nunca duerme. Finalmente, tras sortear tempestades, superar el asedio de las Sirenas y el ataque de los monstruos Escila y Caribdis, llegaron de vuelta a Yolcos llevando con ellos el preciado Vellocino de Oro.

Como os podéis imaginar el viaje no duró dos ni tres días y a lo largo de las intensas batallas Argo iba poco a poco perdiendo su madera original, siendo sustituida por la de los diversos lugares por los que fueron pasando, de tal manera, que al final del trayecto, el barco que llegó se seguía llamando y era igual que Argo, pero no quedaba del original ni una sola pieza. Lo más curioso es que, a pesar de ello, no había perdido ninguna de sus propiedades.

Es lunes, espero que así sea mi semana, mi travesía por la Navidad, el paso por la Semana Blanca y la Semana Púrpura para llegar al verano cambiado pero sin haber perdido ninguna de mis propiedades. Y así un año tras otro, esperando no encontrar nunca el Vellocino de Oro que ponga fin a la aventura y sin embargo buscándolo ansiadamente. Engañándome con un propósito para disfrutar de un camino en continuo cambio, en una transformación modelada por las mil experiencias que nos hacen grandes y que dan sentido a nuestra vida.

06 Capturar el vuelo de los pájaros

Cuando estaba en el colegio, con 9 o 10 años, teníamos en clase un periquito verde con la cabeza amarilla al que sentíamos nuestra mascota. La responsabilidad de cuidarle corría a mi cargo. Limpiaba la jaula, rellenaba el comedero con el mejor alpiste, mantenía fresca el agua y cuando todos los demás compañeros habían abandonado la clase, abría la puerta de su prisión para que volara libre por el aula.

Me embelesaba viéndole verle volar. Me fascinaba ver como, con unos breves aleteos conseguía cruzar toda la clase, haciendo quiebros y giros imposibles, esquivando muebles, lámparas y un crucifijo grande que colgaba del techo. Yo corría a la pizarra y lo dibujaba una y otra vez, intentando capturar su vuelo. Mi frustración era grande cuando solo conseguía dibujar el pájaro pero nunca conseguía representar su vuelo. El pájaro de tiza me miraba estático mientras el real trazaba curvas en el aire.

Pasaron los años y en un viaje a la costa del Pacífico en el México profundo se repitió la historia. El sol apenas despuntaba y sentado en la arena contemplaba los cambios de color en la espuma blanca de las olas. Ante mis ojos pasó el ave más elegante que jamás he visto. A escasos centímetros de las olas, un gran pelícano café planeaba en círculos quizá buscando algún banco de peces. Sin ningún movimiento perceptible de sus alas se mantenía suspendido en el aire durante minutos. Aprovechando la brisa marina jugaba con las olas el viento y los peces.

Cogí mi cámara de fotos y descargué el carrete entero sobre el bello animal, queriendo de nuevo capturar ese majestuoso vuelo. Cuando recogí las fotos reveladas, las miré una y cien veces para encontrar aquella en la que estaba capturado ese vuelo que tanto me había impresionado. En todas ellas, sin excepción, aparecía el pelícano, estático, como disecado, en ninguna estaba su vuelo. Con el tiempo fui aprendiendo a no querer capturar el alma de los animales.

En la iglesia de San Juan Chamula, Chiapas, es un delito penado con cárcel hacer fotos en su interior. Los habitantes tzotziles mantienen las tradiciones mayas y piensan que las fotografías romperán el misticismo de la iglesia. Un lugar profundamente espiritual donde no hay bancadas, y los chamulas se hincan de rodillas en el suelo cubierto de ramas de pino y rezan. También he ido aprendiendo a no querer capturar el alma de las cosas.

Tasunka Witko es uno de los nativos americanos más famosos de la historia. Este gran jefe sioux dejó por su pueblo hasta la última gota de su sangre. “…Todo el mundo le amaba. Sus ojos atravesaban las cosas. Cuando el pueblo se dolía de hambre, dejaba de comer…”. Gran estratega acabó con el orgulloso general Custer en Little Bighorn. Caballo Loco nunca fue fotografiado mientras vivía, nunca permitió que se le hiciera una sola foto ni aún después de muerto. (Las que circulan por internet no hay ninguna prueba de que efectivamente fuera él).

Estoy aprendiendo ahora a no querer capturar el alma de las personas, a disfrutar de ellas de los momentos, los silencios y las caricias y los pensamientos, sin querer guardarlas, sin pretender que pasen a ser otra cosa que lo que son, aprovechando el momento sin querer guardarlo para una situación postrera que puede no llegar nunca.

04 La realidad real

Son las 7:35 de la mañana del domingo y acaba de arrancar el AVE con dirección a Málaga. Acompaño a Joaquina Fernández a una conferencia que va a pronunciar el Granada a las 11:00. Somos los dos únicos pasajeros de preferente y no puedo evitar la sensación de que han fletado el tren para nosotros. Comento en voz alta que así deben sentirse las personas con avión privado. Hay una tranquilidad agradable en el vagón y arrancamos en el silencio de un amanecer de perezosas nubes grises.

La conversación es cordial mientras repasamos y hacemos algunas modificaciones a la presentación. Luego disfrutamos del silencio. Levanto la mirada y en el monitor de televisión están poniendo una película Palestina, creo, por las imágenes y algunos subtítulos que voy leyendo. Enseguida me pregunto porqué las personas necesitamos distraernos. Para qué necesitamos periódicos, libros y revistas para un trayecto de apenas dos horas y media que invita a la reflexión.

Tengo ante mi cuatro ventanas al mundo, y cada una me va a mostrar un mapa del mismo a cual más distorsionado. Por un lado está la televisión con la película Palestina que me deja ver una realidad de odio territorialidad y represión tan lejana a la que vivo que solo puedo empatizar desde la postura un poco cínica del que tiene el estómago lleno y se compadece del hambre de los demás.

El teléfono me golpea: “Os recojo en la estación de Santa Ana, en Antequera” Esta segunda ventana digital, nos llama siempre con mucha fuerza y capacidad ilimitada de entretenimiento. Entremezcla el mundo de amigos y conocidos con el nuestro, con las noticias, juegos, música… Un laberinto infinito que nos mantiene terriblemente alejados de nosotros mismos.

La tercera ventana es literal. Los campos de olivos cordobeses pasan a 305 kilómetros por hora, una bandada de estorninos, una casa blanca solitaria custodiada por una palmera… Es una realidad que según la estoy contemplando la echo de menos, sustituida casi siempre por las otras dos. Noto que vamos perdiendo interés por ella en aras de la realidad virtual y la realidad aumentada, viviendo cada vez más una hiperrealidad que incapacita nuestra conciencia para distinguir la realidad de la fantasía.

Cierro los ojos. No para dormir. Es para asomarme a la ventana que más paz me da y a la que menos me asomo. Soy yo, son mis pensamientos y sentimientos. Ellos me hacen esbozar este post en el aire, me hacen darme cuenta de la admiración que siento por la mujer que sigue trabajando en su presentación, y me hacen respirar pausadamente en armonía con el leve traqueteo del tren. Con los ojos vueltos en sus cuencas me asomo a mi pasado queriendo comprender mi presente.

La conferencia ha sido brillante. Conozco a Joaquina desde hace más de 22 años y he asistido a innumerables presentaciones, clases y discursos. Sigo aprendiendo cada vez, y no solo de sus conocimientos, sobre todo de esa capacidad única de conectar desde dentro, de tender la vida en una bandeja de plata para acariciar con ella el corazón de todos los asistentes. Solo alguien con los ojos muy abiertos hacia dentro tiene esa capacidad.

03 Tiriti Trump, Trump, Trump

Han pasado un par de días desde el triunfo de Donald Trump y mi móvil lleva esos dos días recibiendo un flujo continuo de mensajes con bromas y fotos del resultado electoral. Me imagino que tu tampoco habrás escapado del bombardeo. Esto me ha llevado a una triple reflexión:

Por un lado me admira el asombroso ingenio que somos capaces de desarrollar. Algunos de los mensajes son francamente divertidos, y dudo que estuvieran preparados a priori por si uno u otro candidato ganaba las elecciones. Me parece más bien que son actos espontáneos de ingenio que las personas crean en el momento y comparten en las redes. Fotomontajes, videos, gifts… Si aplicáramos toda esta ingeniería creativa a solucionar problemas en vez de reírnos de ellos, ¿dónde llegaríamos?

La segunda reflexión es un intento de averiguar si reírnos de situaciones potencialmente muy peligrosas es una forma de disminuir el miedo o es pura inconsciencia.

Uso una de las frases que me ha llegado para apoyar mi tercera reflexión. “Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados” . Dejando de lado la descalificación, la frase no deja de mostrar una rotunda verdad. Nos indignamos ante ciertos representantes políticos en nuestra creencia de que no nos representan y resulta que sí, que ahí están, y en vez de iniciar un análisis interior para encontrar la respuesta al estado del mundo, nos enfadamos o simplemente no comprendemos. Es bastante obvio que el mundo y el sistema económico que lo sostiene no está yendo por el mejor camino. Cuando esto ocurre suelen pasar dos cosas o cambiamos el camino de forma voluntaria, o el camino nos agrede y nos obliga a cambiar. Le pasó al imperio romano, y al español, y al inglés… y al norteamericano?.

Mi amiga Cristina me pasó el enlace de este video sobre la Cuarta Revolución Industrial. Klaus Schwab, fundador del World Economic Forum, explica: “Una de las características de la Cuarta Revolución Industrial es que no cambia lo que hacemos, cambia lo que somos”. También se habla en el video de “la necesidad de un modelo económico diferente, un cambio en el sistema más allá del keynesianismo o el neoliberalismo hacia un nuevo sistema que satisfaga las necesidades básicas de todos los seres humanos del planeta, que respete los recursos, que sea más justo y que su objetivo principal no sea el crecimiento en si, sino optimizar el bienestar humano”. Son palabras de esperanza de Stewart Wallis, New Economic Foundation UK.

El resultado de las elecciones norteamericanas me hace pensar que hemos optado por el camino difícil y, la verdad, esto no tiene ninguna gracia.

01 Desde la caja

La dificultad que tienen los neurocientíficos es que solo pueden estudiar el cerebro y la mente humana desde sus propios cerebros y mentes, lo cual implica una dificultad importante. (Añadida a la dificultad de fallos espectaculares como el que reveló EL País este verano). Es como si quisiéramos psicoanalizarnos a nosotros mismos y pretender ser objetivos. Con esto en mente arranco este blog en una noche fría de mediados de otoño. ¿Para qué? Quizá sea solo para estudiar el contenido de mi caja, o para compartir pensamientos y descubrimientos que hago a lo largo de la semana y que pienso pueden ser útiles para ti. A lo mejor tan solo quiero ver mi ego reflejado fuera de mi y multiplicado en pantallas de ordenadores que no son los míos. Lo que en realidad me gustaría es tener una conversación (con: juntos + vertere: girar, cambiar, dar muchas vueltas) contigo.

Sea como fuere espero que con las lecturas que irán apareciendo, Dios sabe con qué frecuencia, sean divertidas, lo pasemos bien, sean útiles y aprendamos algo. Pensar fuera de la caja (think outside the box) es una expresión muy inglesa que me gusta por lo paradójica: Funciona cuando la metáfora de la caja se aplica a lo conocido, lo establecido, lo mensurable, y deja de funcionar cuando es nuestro ser el que es la caja. La imposibilidad de pensar desde fuera de nosotros. Si, la empatía está muy bien, y todo eso, pero realmente no podemos pensar desde fuera de nuestra mente, nuestra genética, nuestros aprendizajes…

La buena noticia es que la caja es ilimitada, puede crecer y crecer. Hacia dentro investigando en el autoconocimiento de quienes somos, y hacia fuera explorando el contexto en el que vivimos. A mi, siempre me ha interesado el espacio liminal entre esos dos mundos, la línea difusa que marca la periferia de uno y el límite no muy definido del otro.

“Más y más se le borraron al viajero las fronteras entre su interior y el exterior, entre lo que creaba y lo que había realmente delante de sus ojos, hasta que finalmente no pudo distinguir lo uno de lo otro y vivió su propio espíritu como algo externo y los objetos como su interior. De pronto tuvo la sensación de verse a sí mismo, su propia figura sentada allí, en el cochecito, por dentro y por fuera al mismo tiempo, como si ella tampoco fuese otra cosa que una forma surgida casualmente, en la que su espíritu creador veía un ser. Pero precisamente de esta manera aquel ser se volvía realidad. Aquello le asustó, pero fue un susto placentero.”

Michael Ende, El espejo en el espejo. Alfaguara, 1986, p.169