21 El culo de dos caballos

Esta leyenda urbana lleva correteando por internet y es casi un clásico: Unos alumnos de postgrado canadienses recibieron el encargo de investigar el por qué del ancho de vía en los ferrocarriles del país. Empezaron su investigación y lo primero, claro, fue medir el ancho de vía: 4 pies y 8,5 pulgadas (1,43 metros). Descubrieron que era la misma medida que utilizaban los trenes norteamericanos, que habían sido diseñados por ingenieros ingleses quienes habían traído los planos de su país. La medida seguía siendo extraña. Al seguir buscando encontraros que los ingenieros que diseñaron el ferrocarril fueron los mismos que habían diseñado el tranvía y utilizaron los mismos métodos y herramientas. Siguiendo con la investigación descubrieron que los antiguos carromatos ingleses transitaban por unas rutas que medían 4 pies y 8,5 pulgadas, y averiguaron que esas rutas, en realidad habían sido diseñadas por los romanos hace 2.000 años, para que transitaran por ellas sus legiones. Y ¿por qué los romanos habían establecido un ancho de 4 pies y 8,5 pulgadas para todas las rutas del Imperio? Simplemente porque los carros romanos eran instrumentos de guerra tirados por dos caballos, que galopaban uno junto a otro y debían estar lo bastante espaciados para no estorbarse. 4 pies y 8,5 pulgadas es el ancho del culo de dos caballos.

En una prolongación de la historia, si observamos la nave espacial estadounidense en su plataforma de lanzamiento, veremos dos depósitos adicionales adjuntos al principal. Fueron fabricados por Thiokol en Utah y debían ser enviados por tren a Cabo Cañaveral atravesando un túnel bajo las montañas Rocosas. Dado que los depósitos debían pasar por ahí, y el túnel es apenas más ancho que las vías del tren, se dimensionaron con la medida del culo de dos caballos.

Escuché esta historia en la charla TEC que Ronald Shakespear impartió en Río de la Plata en 2013. Toda la charla es muy interesante y amena, especialmente su visión de la creatividad (o debería decir no creatividad). Pero me quedé pensando es esta historia de entre las muchas que cuenta. ¿Cuántas cosas hacemos por inercia, sin cuestionarnos ya su sentido, su lógica o su procedencia? Lo hacemos porque es más fácil, o porque siempre se ha hecho así. Nos cuesta cambiar y cuestionar el status quo. Sin embargo, solo haciéndolo podemos progresar, descubrir nuevos horizontes, encontrar el por qué de las cosas para, refutándolas, reformularlas.

Llevado esta a nuestra vida personal ocurre un poco de lo mismo, repetimos patrones de conducta aprendidos sin cuestionar que puede haber otras formas de hacerlo, pensarlo o sentirlo. Pienso que una personas creativa en su vida personal y profesional aprende mirando todo con los ojos curiosos de un niño para el que todo es nuevo, todo es cuestionable. No olvidemos a ese niño en la edad de los porqués que reta continuamente a sus padres y maestros sobre la esencia misma de las cosas. ¿Por qué las mesas son rectangulares? ¿Por qué cuando sea mayor no puedo ser una cebra? ¿por qué sois vosotros mis padres?

 *La historia original parece ser que apareció por primera vez en la revista Pour la Science en una columna de Didier Nordon de título “Bloc-Notes”

Autor: Jon Elejabeitia

CEO & Founder NEXTYOU, Arquitecto

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